BUSCAR LA ESPIRITUALIDAD… UNA GRAN PARADOJA
- Carmen Luisa Carrasco
- Sep 19, 2022
- 3 min read
Desde muy pequeños, ya sea por las costumbres de nuestro hogar, o por nuestra formación escolar, hemos aprendido a buscar que convertirnos en seres espirituales. Nos enseñaron que, para ganar el Reino de los Cielos, debemos BUSCAR a Dios en los templos y religiones (sea cual fuere su origen, casi siempre es así). Sólo así, alcanzaríamos la santidad y podríamos ser perdonados en un Juicio Final.

Debido a ello, mucha gente anda perdida, deambulando, saltando de una religión o culto a otro, procurando ser purificado por medio de sus culpas y ser -entonces, y sólo entonces- aceptado por Dios. Incluso, algunos círculos que practican la sanación, aseguran que tienes que pertenecer a esa comunidad o religión, para poder acceder a ese derecho. Entonces, sólo te quedan dos caminos: o continuar como estás, o integrarte al grupo, recibir la sanación, previa conversión a sus preceptos o leyes.
Sin embargo, las cosas son mucho más simples que esas (aunque más difíciles de digerir). Somos hijos de Dios. Somos su Creación perfecta. Criaturas en proceso de aprendizaje, sí, pero también receptores y herederos de su Divinidad, es decir, de la Energía que nos mueve: SU ENERGÍA. ¿Cómo, pues, aceptar que Dios está allá, afuera, en algún lugar “elegido”, con personas “elegidas por Él” para ser sus hijos? ¿Qué clase de padre sería capaz de elegir entre a vida de uno de sus hijos? Puede ser que existan… entre los humanos, que aún no aprenden a amar incondicionalmente… Pero Dios no es así. Él nos ama a TODOS por igual, pese a lo que diga la soberbia de algunos grupos o iglesias.
Dios Ama a su Creación. Y, como buen Padre que es, sabe que estamos en proceso de aprendizaje y, precisamente por ello, nos permite experimentar, caer y aprender de nuestras caídas. No es aquél desgraciadito que nos pintan como vengativo, emocionalmente inestable y ególatra. Él sabe que necesitamos APRENDER a ser buenos, no mediante la culpa sino mediante la aceptación y la comprensión de que la oscuridad nos daña a nosotros mismos. Es en ese momento en el que nos iluminamos un poquito: reconociendo nuestras debilidades humanas, abrazándolas, aceptándolas como parte de nuestro aprendizaje, para poder, así, A CONCIENCIA, deshacernos de ellas y convertirlas en fortalezas. Porque, entonces, llegamos al convencimiento de que merecemos ser mejores, merecemos vivir y dormir en paz con nuestra Conciencia y en paz con los demás.
¿Por qué? Porque somos seres espirituales por naturaleza. Nuestra naturaleza es Espiritual pues provenimos del Santo Espíritu de Dios, que es incorruptible. Por lo tanto, todos somos santos en potencia. Es el miedo al castigo (en cualquiera de sus formas) el que nos aleja de esa santidad ya que el temor nada tiene que ver con la consciencia de ser. El temor al castigo no nos permite tomar consciencia de lo bueno y de lo malo; sólo nos conecta con nuestras emociones de baja vibración. El temor no nos permite ver las cosas con objetividad. No hay ninguna diferencia entre querer matar a alguien y no hacerlo por miedo, o simplemente hacerlo (lo cual sería más consecuente con sus verdaderos deseos. La emoción existe, igual. Lo importante no es evitarlo por temor. Lo importante es llegar a vencer ese deseo porque SABEMOS que no lo merecemos… lo cual nos lleva a simplemente ni siquiera desearlo, dominando nuestras emociones, comprendiendo nuestra humanidad y la de los demás… y nuestro origen divino, tanto como el de los demás… Entonces, somos capaces de perdonar y de AMAR, TAMBIÉN, A NUESTRO ENEMIGO, como nos lo enseñó Jesús.
Somos seres espirituales en busca de la espiritualidad… ¿Hay algo más paradójico que eso?
Dios habita en nosotros. Su Espíritu vive en cada uno de nosotros. SOMOS TEMPLOS DE DIOS. De modo que, cuanto más lo buscamos afuera, más nos separamos de Él. Y es esa visión de separación de Dios la que no nos permite cuidarnos a nosotros mismos y cuidar de los demás porque “En verdad os digo que, cualquier cosa que hiciereis a estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo estáis haciendo” Jesús. Dejemos, pues, de buscar a Dios y empecemos, no sólo a encontrarlo, sino a sentirlo en toda su creación. TODO ES SAGRADO. Si empezamos a ver las cosas de esta manera, descubriremos que estamos más unidos que nunca, con Dios y, por consiguiente, con toda la humanidad.
Bendiciones mil.
Calui
Comments