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EL MAESTRO ESPIRITUAL

  • Writer: Carmen Luisa Carrasco
    Carmen Luisa Carrasco
  • Sep 19, 2022
  • 4 min read

Reza un antiguo proverbio Zen: “El maestro aparece cuando el discípulo está preparado”… y es cierto. Hay que estar listo, en disposición a aprender, a abrir la mente, sí, pero también el corazón ya que la mente nos aporta el entendimiento, mientras que el corazón nos proporciona la comprensión que nace de la Compasión, es decir del Amor. Entonces, si nos sentimos preparados… ¿dónde encontrar un buen maestro?

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Existen personas que han dedicado su vida en pro de su maestría de vida, ya sea a través de su experiencia de vida o de estudios profundos (o de ambos), y que se abren a compartir dicha sabiduría con quienes así lo requieran, mediante cursos, talleres y meditaciones. Muchos de ellos, asumen esta maestría con la humildad de quien sabe que la vida no es sino un proceso de aprendizaje, que jamás dejamos de aprender y que de todos podemos aprender. El maestro, comparte sin imponer, sabiendo que, lo que brinda puede ser, o no, recibido, integrado y aplicado. Podrá sugerir, ayudar a su discípulo a descubrirse, pero no lo hará por él porque sabe que cada quién tiene sus propios tiempos y que nadie es perfecto, aunque todos somos perfectibles. Él o ella, como todo el mundo, también es consciente de sus imperfecciones y labora constantemente en descubrirlas y reconocerlas como propias para poder combatirlas. Esta labor se realiza cuando se permite mantenerse en estado de meditación consciente permanente, es decir, viviendo su aquí y ahora en pensamiento, palabra y obra. Se escucha, se ve, ausculta sus emociones y las acepta antes de revertirlas. Se sabe imperfecto pero busca la perfección. Y, aun cuando su humanidad le permita caerse, de vez en cuando, evita quedarse en el suelo y se levanta, analiza el hecho, lo comprende, se perdona, da las gracias y sigue adelante. Se reconoce, también como alumno de su discípulo y de la vida misma.


De otro lado, hay quienes se permiten llevar la maestría desde su Ego y confunden el Servicio con soberbia. Este tipo de maestro tiende, fácilmente al enojo y, en su intolerancia, espera que su discípulo haga siempre lo que él le dice. Se siente en un nivel más elevado que los demás y piensa que todos los demás están equivocados y que él es el mejor (o el único) camino. Critica a los demás, sin embargo, jamás acepta que puede estar errado. A veces, hasta se permite alguna burla hacia sus seguidores. Se crea un aura de misticismo y humildad que atrae a los más inseguros que, al final, les es casi imposible alejarse pues han llegan a alcanzar altos niveles de dependencia. Tampoco será capaz de dar todo lo que sabe, por el simple temor a la competencia. Tiene la tendencia a abusar del afecto de sus discípulos, sembrando la idea de que lo merece todo por ser su maestro y superior. Utiliza su maestría para ensalzarse y alimentar su yo. Más, con todo ello, no deja de ser maestro: es un maestro en dolor.


Todo maestro fue, es y será nada más que un Puente… jamás un bastón. Prueba de ello es que todos (sí, TODOS) somos maestros: el letrado y el analfabeta, el rico y el campesino, el adulto, el anciano y el niño, el señor de la panadería, la señora que no dejaba de hablar en el bus, el taxista, el ambulante, la señora que pide limosna en la esquina del banco, el sacerdote, el gurú, el ateo, el artista, la repostera… aún el ladrón y el asesino… TODOS SOMOS MAESTROS… ya sea en Dolor o en Amor. Y es perfecto porque ambos son necesarios para recordarnos lo que somos y lo que no merecemos ser.


Me explico. Lo primero que Dios creó fue la Luz porque la oscuridad ya existía. Y la luz, sólo brilla en la oscuridad. Entonces, para poder iluminarse, hace falta reconocer que la oscuridad existe… dentro de nosotros. Sólo cuando logramos reconocer que nuestro lado oscuro existe, estamos en condiciones de iluminarlo, es decir, repararnos, ser un poquito más sabios cada vez. Es entonces que empezamos a rechazar lo que ya no nos corresponde, porque ya aprendimos, y damos paso a nuevas experiencias, con nuevos aprendizajes. Los maestros en dolor tienen la función de recordarnos aquello que no merecemos como seres de Luz e hijos de Dios que somos. Son nuestros espejos, nuestros entrenadores, nuestros recordatorios de todo aquello a lo que no debemos volver porque ya es lección aprendida. Es por ello que, incluso las situaciones que vivimos o vemos, son maestras. Y, mientras no comprendamos esto, continuaremos criticando y satanizando a toda persona cuya investidura “etiquete” como maestra, cada vez que cometa un error o muestre signos de debilidad o algún momento de desequilibrio emocional porque, en nuestro desconocimiento e incomprensión, creemos, verdaderamente, que el maestro no tiene derecho a errar o bajar su vibración. Es por ello que, en ocasiones, el maestro puede estar rodeado del afecto de sus seguidores y, a la vez, estar sumido en una constante soledad que le impide mostrarse en su totalidad, por no decepcionarlos. Y es que nos olvidamos de algo fundamental: EL MAESTRO TAMBIÉN ES HUMANO y, como tal, también se encuentra en un determinado nivel de aprendizaje, lo cual no lo hace ni más ni menos que los demás… No importa el nivel que sea o pueda aparentar. Mientras siga viniendo a la Tierra, continuará siendo más alumno que maestro.


Bendiciones mil,

Calui

 
 
 

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